15 sept 2012


Se apresuró en guardar el espejo. Con mano ágil pero temblorosa, se soltó las cinchas del casco para colocarlo sobre el cañón de su fusil y despacio, lo asomó por un lado del muro para simular su estupidez.
<< Mírame…estoy aquí…>>
Contó hasta diez, pero nada ocurrió.
<< Este es mi momento, ahora o nunca>>
Con un golpe se empotró el casco a la vez que se incorporaba a una posición de cuclillas, listo para iniciar una carrera. El miedo le invadió recorriendo como un escalofrío todo su cuerpo. El sabor salado le llegó hasta sus labios mientras notaba las pequeñas gotas de sudor que resbalaban por sus facciones, goteando desde su barbilla y su nariz. Hinchó el pecho como preparándose para una inmersión y salió corriendo.
Uno… sus piernas se movían vertiginosamente, cortando el aire a su paso.
Dos… llevaba el fusil sujeto con ambas manos, preparado para lanzarse cuerpo a tierra en los últimos metros.
Tres… notaba el corazón palpitante por todas sus extremidades extenuado tanto por el esfuerzo como por la tensión del momento.
Cuatro… Como el rayo precede al trueno se escuchó el sonido de un disparo lejano y en las milésimas de segundo que su cerebro reaccionó, pensó – << De esta no salgo >>
 El pulgar acarició la mira telescópica al cerrar el visor. El tiro había sido limpio y certero, directo a la cabeza del desafortunado explorador. La nube roja que salpicó las piedras le indicó que la bala lo atravesó de parte a parte ignorando el kevlar de su casco. La lona mimética que lo cubría se levantó lentamente esparciendo polvo y tierra al aire, a la vez que se incorporaba del socavón del terreno que le sirviera de trinchera. Pasó una mano frotando sus enrojecidos ojos azules, aprovechando para echarse hacia atrás la capucha que le envolvía el rostro. Una suave brisa meció su enmarañado cabello dorado, refrescándolo. Con movimientos torpes debido al entumecimiento de sus piernas por la prolongada postura, recogió la tela y recorrió los trescientos metros que lo separaban de su botín. Su figura delgada se camuflaba entre los pliegues de su capa, que además, protegía su pálida piel durante las horas de sol.
Al llegar junto a los dos cuerpos se detuvo un instante para inspeccionarlos visualmente. Los AK-47 tenían una buena salida en el mercado negro de Eurovegas gracias a su fiabilidad, pero casi le interesaba más ver el tipo de munición que cargaban.
-¡Mierda! -espetó al comprobar que se trataba de fabricación casera. -Bueno, vamos a ver que tenemos por aquí. Espero que por lo menos me paguen las dos balas que me han costado- . Se volvió en dirección del cadáver putrefacto y sacando su machete se dispuso a averiguar cuanto ganaría en implantes.

                                                       Fin del capítulo
                                                 

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