Entre los
fogonazos vio una mujer de níveos cabellos luciendo un traje no de esta era: Mezcla
híbrida de coraza y ropas ligeras de Kevlar
pigmentadas en rojo carmesí, con un entramado de correajes blancos a conjunto
con la larga vaina que portaba un arma oriental a la espalda, equipaba el muslo
derecho con una pistolera vacía, en su mano un gran revolver humeante se
interponía entre el rostro y la percepción en la distancia.
Guardando
una imagen fija de lo acontecido y siguiendo las formas de las sombras figuró el
transcurso de la escena. Parecían enzarzados en una disputa verbal por el lenguaje
corporal que mostraba ella. Lo extraño al respecto era ver al barquero inmóvil
incluso en los disparos, no parecía acalorado en absoluto.
La discusión
finalizó, se escuchó el eco producido por dos objetos al caer en el agua o lo
que fuera aquella negrura, y la mujer entró dentro de la barca desarmada.
Con parsimonia
el barquero cogió el farolillo de proa y lo atavió a popa, apenas alumbraba,
era un punto de aviso en la oscuridad para anunciar la existencia de la barca. << ¿Para qué esa luz, acaso otra
embarcación va a navegar por este mar de locura?>> pensó para sí,
mientras nadaba en dirección a la barca con fuerzas renovadas. Tal vez la mujer
se apiadara de sus lamentos y no hiciera caso omiso como el misterioso portador
del remo.
Conforme
llegaron a su altura empezó a escuchar la conversación más clara, dentro de
esta bizarra experiencia ni tan siquiera se extrañó que entendiera el idioma en
el que hablaban. No era el suyo ni ninguna lengua que pudiera identificar, pero
lo comprendía como si fuera materno.
-Entiendo
–Dijo el barquero con una voz grave casi inhumana y añadió.
-Entonces…
¿Esto es el fin?
-No –respondió
la mujer, se giró hacia el joven que chapoteaba y mirándolo a los ojos: