-Se aprovecha de su pasado, él sabe que un asalto inicial
podría reavivar revoluciones y apellidos olvidados. Ernesto sabe que Militech
negociará.
-Y así será, los tres escuadrones Cyborgs solo están para
casos de extrema necesidad. Espero que no sean necesarios, dado que de recurrir
a ellos, usted y yo no estaremos en la mejor de las situaciones. ¿Cree que harán
falta?
-Su padre no pudo consentir arruinar a la familia con el
tratamiento y se suicido. La hermana acompañó a su madre a la manifestación de
la privatización de la sanidad pública, en una carga policial de un porrazo en
la espalda por el susto o la impresión se trago la lengua.
La madre radióloga se aferró a la hija, era algo sencillo
para su preparación, pero los antidisturbios no vieron la gravedad del asunto,
cegados con la carga, golpearon repetidas veces a una madre que intentaba
salvar la vida de una hija.
Gritando pataleando, desesperada fue arrancada del suelo cuando
ya tenía la lengua sujeta por los dedos y a tan solo un movimiento de muñeca. La
separaron de la vida o la muerte por asfixia. Tumbada en el suelo y apaleada
“por resistirse” vio como moría su hija lentamente.
Al tiempo que era
todo gravado desde un móvil por un manifestante que conmocionaría a la sociedad
con el vídeo.
Ernesto vio como todo el mundo ese vídeo. La humanidad
gimió de dolor junto a la familia. En uno de los aniversarios del
acontecimiento un desconocido, un héroe social, bombeó una granada desde las filas
de los manifestantes, voló en parábola como el aguijón del escorpión y ese día
lloraron las familias de los antidisturbios y no las de los manifestantes.
El pueblo dejó de usar las manos alzadas “como arma”. ¿Y
qué hizo Ernesto? Tenía el nombre, tenía motivos para la venganza, tenía al
pueblo alzado y… Se vendió.
Puede llamar a Akasha para decirle que duerma tranquila y
piense nombres para vuestra descendencia, no hay peligro en esta misión.
Ernesto no es un líder, ni un revolucionario, es un hombre de la compañía.