Entrada 216.
Por un
instante se propuso realizar un disparo apuntado, pero desechó la idea al ver
que Net-La nada más levantarse esprintó de una manera no humana, en menos de lo
esperado apenas la tenía encima, tomó una decisión mecánica.
Dejó caer la
Remington volteó el lado derecho de la gabardina y echó mano de la pistola. Si
llegaba a tiempo a desenfundar; a esa distancia, a bocajarro, el disparo
atravesaría al niño y a la net-runner. Ya aclararía cuentas con Hamilton más
tarde, solo lamentaba tener que matar al muchacho, pero es un mundo difícil. El
ahora niño crecería siendo un hombre sin alma como todos; asesino y violador…
Corven vio
la inhumana velocidad de Net-La sumamente lenta, el shock de ver a su hija como
escudo frente a un hombre apunto de desenfundar una pistola, congeló el tiempo
para su mente y cada segundo pasaba lento, angustioso. Abrió los ojos de par en
par: Net-La avanzaba rápido en comparación al blindado cazador.
A cuatro metros, el cazador separaba su
gabardina. A tres metros, y Black posó su mano en la culata. A dos metros,
desenfundo el arma a la vez que Shodan extendía los brazos y gritaba asustada
mientras recuerdos de toda su infancia pasaban por las retinas de sus ojos.
<<Mierda
>> Pensó Net-La al verse encañonada a tan solo un metro de la victoria.
-¡No! –Gritó
entre lloros la niña que veía el fin de su vida.
-Joder, no
es un niño; ¡es una niña!- Dijo en voz inaudible el que un día fuera padre y se
levantara cada noche para ver si su hija continuaba durmiendo plácidamente en
la cama.
La escena
duró un segundo. El segundo de duda, de un ex policía que no tuvo valor a
presionar el gatillo… El zumbido cortó el aire.
La cabeza de
Jack se separó de su cuerpo cayendo al suelo sin producir sonido, el torso se
mantuvo unos instantes de pie y se desplomó.
Net-La
empezó a escuchar como descendían sus aceleradas pulsaciones. El jadeo fue
decreciendo hasta casi respiración normal, dejó sobre el suelo a Shodan que
corrió llorando a abrazarse con su padre. Miró su mano izquierda con el Pseudo-Plastidur
totalmente destrozado e incrustado en su carne, pero no se paró ni a quejarse.
Simplemente contuvo el dolor y desplazó su mirada al cuerpo del que la había perseguido
sin descanso ni tregua.