18 ago 2012


    Entrada 82.
   
    La Pantera se abalanzó sobre el tindalo más próximo y lo inmovilizó, al amortiguar la caída clavando sus patas traseras en el lomo cibernético. Con sus extremidades delanteras aplastó la cabeza cicloide contra el hardware que representaba el suelo, y con una de las garras ejecutó un programa de formateo. Sufrió tres desgarros en el cuello, pero no brotó sangre ni fluido alguno, solo unas minúsculas partículas de luz que, como una marabunta de termitas, borraron de un plumazo al sabueso nivel 3, que se consumió en una… “nada”.

    El tindalo más alejado procesó datos y optó por darse a la fuga. Es un hábito de los programas considerar las variantes de victoria, y elegir la huida si van a verse superados, aunque no por aprecio a la vida, sino porque tienen un subprograma que vela por no menguar en recursos al sistema central.

    Dejó marchar al tindalo sin inmiscuirse en su retirada… Se impulsó grácilmente sobre el muro, anduvo despacio escudriñando el terreno, pero la búsqueda de la oquedad fue en vano, no detectó atisbo alguno de penetración. << Si nadie ha pasado de este círculo, ¿por qué la pirámide tiene daños? >>, Se preguntó.

    El vértice piramidal finalizó el proceso de acumulación de energía y explotó en cuatro esferas volantes hacia direcciones cardinales, rebotando en los lindes periféricos del plano instanciado. Con cada impacto recargaban la fuerza de salida, trazando líneas rectas pre establecidas.

    Ese cataclismo no gustó nada a Net-La, que corrió hacia el portal. Era un sitio difuso, híbrido entre el plano virtual y el real. Nada positivo presagiaban los hechos que reflejaba el falso cielo.