El traficante
ignoró su gesto y exploró el interior de la carga. Por un momento se le
abrieron los ojos de pura codicia al contemplar los implantes.
-Vaya, vaya, veo
que has estado ocupado...
-Digamos que he
tenido suerte.
-Más que los
antiguos dueños de esto, al menos -dijo Lee señalando los restos de sangre que
aún tintaba el metal.
-No me toques
los cojones y dame precio. Yo sólo transporto la mercancía.
-Bueno, en
situaciones normales te podría dar diez latas, pero tenemos un problema -se
encogió de hombros.
-¿Qué coño
quieres decir?
-Pues resulta
que nos han llegado noticias de la muerte de unos exploradores de Hamilton III.
Y ya sabes que la Triada se mantiene al margen de los conflictos- empezó a
caminar despacio en dirección a la entrada, a la vez que acariciaba la Beretta
que asomaba por su cintura- No nos interesa que relacionen esas muertes con
nosotros, es malo para el negocio.
Por un momento
quedó paralizado sopesando las palabras de Lee.
<< Mierda
>> resonó como un eco en su interior al comprender la situación. Su
cerebro reaccionó en una milésima de segundo dando la orden al equipo neuronal
de activar el elevador de adrenalina. El tiempo pareció detenerse ralentizando
la escena. En un movimiento rápido, abrazó por la espalda al asiático apretando
su muñeca contra su cuello, y tirando de él con fuerza hacia atrás, lo obligó a
inclinarse. La mano que tenía libre voló a agarrar la Beretta para apuntarla
firmemente contra la sien de su prisionero.