- ¡Dile a tus perros que estén tranquilos! -espetó presionando el
cañón a su cabeza.
Los soldados
levantaron sus armas como un resorte al contemplar la escena, adoptando una
posición amenazante.
-¡Bajad las armas!
-se apresuró a ordenar el traficante.
-Buenos chicos,
ahora vamos a llevarnos bien -cubriéndose con el cuerpo de su cautivo, se
desplazó hacia atrás hasta llegar a la pared de lona de la tienda- es hora de
dormir, tumbaos boca abajo.
Xiao Lee hizo un
gesto de asentimiento a sus hombres y estos cayeron a tierra obedeciendo. Con
una patada en la parte interior de la rótula lo forzó a arrodillarse mientras
cambiaba el arma de mano, y sin dejar de apuntarle en ningún momento, dio la
orden mental. Del dorso de su mano afloró la cuchilla mono-filamento a través
de la piel sintética que la camuflaba y un arco descendente hendió la tela,
facilitándole una vía de escape.
-No es nada
personal –susurró al oído del asiático, a la vez que golpeaba su nuca con la
culata de la semi-automática. Tras esto, se apresuró a escapar por el hueco con
la esperanza de perderse entre la multitud del mercado.