El Cabo hizo un zoom con el ojo cicloide… -¡Esos hijos de
puta lo están linchando, no le disparan, lo masacran a culatazos!
Los indicadores de adrenalina que tenía el Sargento en su
visor se dispararon, la ira penetraba de manera natural en sus hombres, esto es
lo que estaba esperando desde que comenzó a planear este combate, este era el
momento.
-Hijos de mala madre, asesinos, violadores… Soldados de SubAtica,
hoy vamos a morir, pero que sea dándoles por el culo a esos negros de mierda. Vamos
a cargarles a reventarlos atravesando sus filas, ¡vamos a morir junto a Higs!
-Fuerza SubAtica- Gritaron todos.
-Muramos como hombres, con un solo corazón ¡Psico!
Mentalmente todos pronunciaron la palabra maldita del cyborg
<<Psico>> la droga que durante los segundos de efecto elevaba a su máxima
expresión la palabra cyborg y cuando finalizaba el infarto era inevitable, dejándolos
con un único corazón, el corazón humano.
La aguja penetro en el corazón clonado del sargento, todo su
ser tembló, su cabeza vibraba como una batidora y sus labios no podían contener
las bilis de la boca. Cuando el frenesí terminó, todo se ralentizó, él era uno
con el viento, la arena, el espacio y el tiempo.
-A la carga, ¡sin piedad!
Los cinco soldados se levantaron de su posición a cubierto,
elevados por el frenético shock del Psico, el Cabo fue tiroteado mientras su
cuerpo se estremecía, para sorpresa de los bereberes con un cuerpo agujereado y
destrozado emprendió la marcha detrás del Sargento que encabezaba el triangulo
que se dirigía hacia ellos.
Cada paso que el líder del reducido grupo daba, sentía como
sus pesados pies se incrustaban en la arena, sentía todo a su alrededor, veía los
surcos trazados en el in material de las balas.
Extendió por delante su pistola pesada y dejó en la zurda la Mono Katana más retrasada que su torso, llegó a la altura de las primeras dunas
trinchera, sin pensárselo abrió fuego contra la que tenía enfrente dos disparos
a cada individuo, acertando en el pecho y la cabeza en ambos casos. En carrera
sin detenerse vio tres dunas a continuación, la más cercana tres hombres con
machetes se incorporaban para el cuerpo a cuerpo, a la derecha dos armas cortas
y una carabina lo tiroteaban y la trinchera izquierda un Jerba acompañado de
otros dos con fusiles más pesados lo encañonaban.
El efecto del Psico le permitió no solo visualizar la escena
sino pensar un plan y ejecutarlo. Mientras volaba sobre la arena para acometer
la trinchera de los cuchillos, ladeó el torso y soltó una ristra de disparos al
suelo del perfectamente atrincherado Jerba y los dos civiles. La arena levantada
junto a la pólvora se incrustó en los ojos de los allí situados, haciéndoles errar
las ráfagas.
Conforme incorporó su torso, se dejó llevar por su brazo
izquierdo, asestando un tajo de abajo arriba, sesgando la pierna a la altura de
la rodilla del primer “enmachetado”, con la inercia del golpe circular, rodo
sobre si mismo y cortó la cabeza del segundo en contienda. A bocajarro con el
arma de fuego a la altura de la cadera disparó al estomago del último hombre, dejándolo
morir sobre su hombro para tomarlo de escudo a los disparos de la carabina de
la trinchera derecha, Cuando finalizó la salva, a una velocidad inhumana se dio
la vuelta y lanzó el cuerpo sin vida a la trinchera del Jerba y los fusiles, para incomodarlos
de nuevo, después de la recuperación del estorbo en los ojos.
Se encaminó recto a la duna derecha soportando dos exitosos
disparos en su pecho, mientras lanzaba la mono Katana atravesando de parte a
parte el pecho de uno de ellos.
A seis metros saltó, aterrizando sobre un atónito bereber
que no se creía lo que sus ojos le decían, le aplasto con el peso de su cuerpo dandole muerte en el acto. Sin detenerse ni un instante golpeó de puño al único bereber vivo en
la trinchera mientras daba la orden mental << Arietes hidráulicos >>.
Su hombro y alrededores metálicos soltaron los servos y se deslizaron como un
tiro por el brazo, potenciando el puñetazo que acababa de impactar en el pecho
de su objetivo. Todo el pecho se estremeció en un crujido haciéndose añicos la
caja torácica y eclosionando puré de órganos internos por la boca y la nariz,
impregnando en su totalidad a la muerte metalizada, al Sargento.
Se agachó mientras tres ráfagas de fusil pasaban por encima
de la duna, cogió la carabina y en el tiempo de re apuntado de los hombre de la
trinchera izquierda, levantó se y con arma a dos manos estando estático tres
disparos, rápidos y certeros reventaron las tres cabezas enemigas.