16 oct 2012





    Entrada 175.

    El viento susurrante del Sahara disolvía los últimos resquicios de gas amarillento esparciéndolos por el desierto, como los restos del que fue un ejército de vengadores civiles bereberes.

Con los cañones de las armas aún calientes y humeantes, el sargento inspiro hondo y contempló la explanada de muertos que cubría la llanura, despacio, sin prisa, desencajó los filtros de aire del casco y los servos que lo aferraban a la gorguera blindada y lo dejó caer al suelo.  El arrugado rostro por el paso del tiempo lucia diversas cicatrices de contiendas anteriores. Su cabello estaba totalmente rasurado, una placa metálica sobresalía de su frente a juego con unos ciberópticos cromados inertes de vida.




 -Cabo Higs momento de expiación.
 -Si Padre Karras- Dijo respondiendo al sargento.

-Tu hijo, cual es tu nombre- Espetó el padre Karras refiriéndose al único fusilero con vida.
-Mi última posición fusilero Norte…-Le interrumpió con la mano extendida mientras sacaba un pequeño libro agujereado de los bolsillos del chaleco.

-Me refiero al nombre de tu alma, la que hay que depur… tu nombre de civil.
Las palabras y el tono empleado por padre Karras, confundieron al soldado, casi tartamudeando y con la vista fija al suelo respondió: -Hudson. Señor.

-Hudson, otro americano como tu Higs, esperemos no tener una avería en el chip de idiomas- bromeo sin llegar a reír- Estas muy lejos de tu casa soldado ¿Cuál es tu historia?

Poco a poco fue levantando la vista y cogiendo confianza con la conversación tan extraña como amena. –Fui marine señor, cuando todo se privatizo me vendí a una corporación pequeña, tenia deudas es largo de contar… La corporación quebró y ya sabe como son esas cosas, toda quiebra corporativa lleva al fuego automático. Sin ánimo de aburrirle SubAtica no entiende de nacionalidades ni de distancias. 

-Entiendo Hudson -creo una pausa -¿Eres creyente Hudson?, puedes ser franco conmigo, nada tienes que temer de mí mientras ejerzo la voluntad del señor.

El fusilero dudo la respuesta era extraño ver al sargento así, más lo era referirse por su nombre propio pero despedía cierta paz. Vio como del interior de la biblia humeante extraía un alzacuellos… Para bien o para mal, no se atrevió a mentir: -No señor, no creo en nada.

-Entonces no quiero verte quieto, revisa cuerpos, busca suministros, recoge municiones e inutiliza los implantes de los caídos. Yanqui hereje hijo de la gran puta.     


               
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