24 abr 2013




-Puedo llegar antes que su corredor al IT y retroceder con él, como ha dicho el viejo soy rápida.
-¡No! -le reprochó el que se hacía llamar a si mismo Dagon, -si eres interceptada mientras corres hacia nosotros, su corredor te partirá el espinazo y el partido se terminará en ese momento. Haz como que corres pero déjale ganar y retrocede. Ya tendrás tu momento cuando recuperemos la posesión y a la contra pillándoles desprevenidos. –La muchacha bajó la mirada al suelo con mueca de negación, no le había gustado nada que el equipo no confiara en su mejor cualidad.

    Mientras terminaban las conversaciones técnicas otro individuo ajeno a los dos equipos invadía el terreno y se situaba entre ellos. Hiru quedó pasmada al visualizarlo: Andaba con una notable cojera, su pierna derecha era cibernética, pero no requería ser un audaz observador para percatarse que era un implante post-apocalíptico. En la era de las corporaciones, las ciberpiernas se fabricaban a medida y funcionaban incluso mejor que las propias. La pierna que lo hacía cojear desde la distancia se podía apreciar que en tiempos mejores perteneció a una persona bastante más alta, semejantes chapuzas eran comunes en el Paso. 

Pero ahí no terminaba la aberración, su brazo derecho no era de carne ni metal, no pudo concretar el material pero tenía una rigidez sospechosa que daba a presuponer que era de un maniquí plástico. El rostro lo cubría parcialmente con una tela enganchada a unas gafas de sol sin patillas, sujetas por una goma elástica alrededor de la cabeza. Cuando se detuvo dio un fuerte estirón a la correa extensible que llevaba en su mano sana. Al otro extremo de la correa; un niño con un collar de perro alrededor del cuello, arrastraba un carrito abriéndose paso entre la multitud. El interior del carro contenía con un gran altavoz y piezas de viejo hardware pertenecientes a un destripado ordenador clónico.