Acompañada
por un inoportuno dolor de riñones entró por los corredores subterráneos de las
instalaciones. En su mesa se conectaba a la estación para cotejar seguridad de
red y diferentes funciones de mantenimiento de la misma. Siendo una hora
tardía, dejó activado el protocolo para continuar trabajando en su yacija.
Desde el
puesto de trabajo hasta el habitáculo donde pasaba las noches, caminó por
diferentes corredores y subió tres pisos hacia la superficie. Los pisos
inferiores eran relativamente nuevos, construidos por Militech corporación a la
que pertenecía este búnker. Decidieron rehabilitarlo como base secreta de
proyectos no aprobados por las legislaciones corporativas. Las plantas
superiores más próximas al viejo búnker que coronaba la montaña mantenían su
armazón original de la olvidada guerra fría. Habían sido reformados en cierta
medida haciéndolos habitables y paliando considerablemente las condiciones adversas
de la meseta central siberiana. Pero mantenían ciertos sistemas arcaicos y
molestos como eran las ruidosas turbinas de aspas que renovaban el aire.
Llegó a su
cuarto; un rectángulo de tres metros de largo por metro y medio de ancho, donde
el minimalismo coexistía con paredes giratorias y de extracción. Calibró la
temperatura hasta poder despojarse del voluminoso atuendo que había utilizado
para salir a ver el espectáculo natural. De una de las paredes un saliente
enganchó la ropa y la introdujo dentro de ella. Presionó unos botones y del techo
de una pequeña obertura asomó un teléfono de ducha.
Después de
acicalarse para dormir y prepararse como hacen todas las mujeres cuando tienen
previsto recibir la inexorable visita de la dama carmesí. Se situó al final de la
micro instancia y dijo en voz alta: -Cama. -Justo del otro extremo se levantó
un trozo de pared circular para dejar paso a un camastro que más bien parecía
un nicho.
Sus pensamientos
volaron cuando era niña y tuvo un accidente de tráfico que la llevó por
seguridad a realizarse un TAC. Con
una fina sonrisa dibujada en los labios recordó los múltiples intentos fallidos
que tuvo que realizar el radiólogo por culpa del miedo claustrofóbico. Quién le
iba a decir que a los años, dormiría asiduamente en un lecho muy similar. Encogiéndose
de hombros se recostó y automáticamente fue insertada dentro de la pared como
si fuera una prenda de vestir.