-Puedo llegar antes que su corredor al IT y retroceder con él, como ha dicho el viejo soy rápida.
-¡No! -le reprochó el que se hacía llamar a si mismo Dagon,
-si eres interceptada mientras corres hacia nosotros, su corredor te partirá el
espinazo y el partido se terminará en ese momento. Haz como que corres pero déjale
ganar y retrocede. Ya tendrás tu momento cuando recuperemos la posesión y a la
contra pillándoles desprevenidos. –La muchacha bajó la mirada al suelo con
mueca de negación, no le había gustado nada que el equipo no confiara en su
mejor cualidad.
Mientras terminaban las conversaciones técnicas otro
individuo ajeno a los dos equipos invadía el terreno y se situaba entre ellos.
Hiru quedó pasmada al visualizarlo: Andaba con una notable cojera, su pierna
derecha era cibernética, pero no requería ser un audaz observador para
percatarse que era un implante post-apocalíptico. En la era de las
corporaciones, las ciberpiernas se fabricaban a medida y funcionaban incluso
mejor que las propias. La pierna que lo hacía cojear desde la distancia se
podía apreciar que en tiempos mejores perteneció a una persona bastante más
alta, semejantes chapuzas eran comunes en el Paso.
Pero ahí no terminaba la
aberración, su brazo derecho no era de carne ni metal, no pudo concretar el
material pero tenía una rigidez sospechosa que daba a presuponer que era de un
maniquí plástico. El rostro lo cubría parcialmente con una tela enganchada a
unas gafas de sol sin patillas, sujetas por una goma elástica alrededor de la
cabeza. Cuando se detuvo dio un fuerte estirón a la correa extensible que
llevaba en su mano sana. Al otro extremo de la correa; un niño con un collar de
perro alrededor del cuello, arrastraba un carrito abriéndose paso entre la
multitud. El interior del carro contenía con un gran altavoz y piezas de viejo
hardware pertenecientes a un destripado ordenador clónico.