El silbido del vapor, escapando por las válvulas de
freno del vapobús, la sacó de sus pensamientos. El conductor hizo sonar una
campanilla, indicando la parada correspondiente. Su parada. El transcurso del
trayecto hasta su casa, lo pasó aun debatiendo en su cabeza la mejor opción al
problema. Cruzó la verja metálica que bordeaba su parcela, y se acercó al
chalet donde ella y Cryss vivían desde hacía ya tres años. Las luces estaban
encendidas y la música sonaba a todo volumen, por lo que sospechaba que ella ya
la esperaba dentro. Cuando entró y contempló la escena, se le pasaron por un
momento todos los males. La joven morena de pelo revuelto que no se había
percatado de su presencia, bailaba en ropa interior de forma extravagante
mientras acicalaba la mesa. Sonnya tardó unos segundos en reaccionar y empezar
a reírse a carcajadas, lo que llamó la atención de la distraída bailarina.
- ¡Ya estas en casa!- se lanzó a sus brazos obviando
la burla.
- Si, por fin. Me han dejado escapar, por hoy.- la
apretó fuerte contra ella a la vez que le proporcionaba un cálido beso.
- Espero que tengas hambre, por que he preparado una
cena especial- señaló con su mano hacia la decorada mesa.
- Pero si hasta has puesto rosas… ¿Qué celebramos?
- No me digas que no te acuerdas… - su rostro se
torció en una mueca- Hoy es el aniversario del día que nos enamoramos.
- Lo siento cariño, de verdad… -acarició la cara de
Cryss suavemente, con ojos avergonzados- He tenido un día muy duro en el
trabajo y no me he acordado.
- ¿Te han puteado mucho esos cabrones? ¡No te
preocupes, yo te perdono!- volvió a lanzarse a sus labios.
Durante la copiosa cena, Sonnya no podía quitarse de
la cabeza aquel asunto que la atormentaba. Aunque trataba de mantener
continuada la conversación con Cryss, para que ésta no se diera cuenta de la
tensión que sufría.
<< Cuidado, es psicoanalista>>- se decía a
sí misma mientras trataba de controlar sus emociones.
Recogieron la mesa cuando terminaron, y fueron a
sentarse junto a la chimenea con sendas copas de vino. Allí conversaron hasta
que vaciaron la segunda botella y no quedaban más que brasas para caldear el
ambiente.