<< ¿Y como lo hago?>>-empezó a pensar. Y
en su mente se escenificó la pelea:
El silenciador debe proporcionarme unos minutos de sigilo. Una vez arriba, correré por el pasillo para tirarme resbalando con mis rodillas para aparecer en la intersección con el rellano de los ascensores. La sorpresa junto con la rapidez es un factor determinante. Abatiré primero al guardia de la derecha y luego al de la izquierda. Correré por la escalera de servicio hasta la quinta planta, donde está el despacho del viejo. En ese momento alguien debe haber accionado la alarma y suben ya por mí. Accedo a la planta con una fuerte patada en la puerta. El sonido hace voltearse al seguridad de la puerta del viejo. Mi cuchillo vuela en el aire con precisión quirúrgica atravesando su garganta. El ruido de pisadas de mi espalda me avisa de la llegada de más compañía, y me giro con el tiempo justo para disparar dos veces.
Una de mis niñas, destroza la cabeza del primero que asomaba por la esquina. La otra, arranca un trozo de pared, haciéndolos retroceder y temerme. Caminando marcha atrás cubriendo ese canto, entro de un empellón en la sala del viejo. Los gritos del exterior me confirman que no tengo mucho tiempo. Miraré a los ojos a ese sorprendido cabrón mientras descargo las dos últimas balas sobre su pecho. El efecto de las perforadoras lo destrozarán por completo. Luego solo tendré que salir. Lo importante ya estaría hecho.”