Como siempre llegaba temprano a “La Fábrica ”, el edificio que
servía de cuartel a su organización. Cargaba a su espalda, junto con su atuendo
habitual, una pequeña mochila. Ésta resaltaba en exceso, como si estuviera
demasiado llena. Totalmente fría y seria se adentró en el edificio hasta que
llegó al arco de vigilancia de la entrada, en dónde un guardia custodiaba el
acceso. Mientras se acercaba, ojeó ligeramente la zona de las escaleras
mecánicas y la garita de la parte superior. Todo estaba tal y como suponía.
- Enséñeme el contenido de la mochila,
por favor.
Sin mediar palabra alguna, se volteó
para que el hombre comprobara el contenido.
Al viejo sr. Erton, director de la organización, le gustaba ser de los
primeros en llegar. Así que, cuando empezaron los gritos por todo el edificio,
él ya estaba en su despacho. Temiendo lo peor al escuchar tal jaleo, abrió uno
de los cajones de su escritorio. Suspiró aliviado, al comprobar que el “Hammerstone
.45”
descansaba en su interior. No tuvo tiempo de cogerla, cuando la puerta se abrió
violentamente con un golpe sordo y seco. Tras ésta, apareció la figura de una
mujer muy alterada. Las manchas negras que marcaban sus mejillas en forma de
goterones, indicaba que había estado llorando.
- So…Sonnya –llegó a balbucear el sorprendido viejo.
La mujer no dio ningún tipo de respuesta, únicamente
se limitó a mirarlo fijamente con esos ojos enrojecidos, a la vez que avanzaba
hacia él. Y con un movimiento rápido, lanzó por los aires la pequeña mochila
que portaba a su espalda, colocándola delante de sus narices. El ruido que hizo
la bolsa al impactar con la madera del escritorio, le llamó la atención. Y no
pudo evitar mirar su contenido.
- ¡Joder…! -exclamó al ver la cabeza sangrante de una
mujer joven en su interior- ¿Es quien yo creo que es?
- No soy una traidora…-es todo lo que dijo, antes de
dar media vuelta y salir caminando ante los chillidos y vítores de sus
compañeros.
Mientras la veía alejarse, el sr. Erton volvió a mirar
al fondo de su cajón, allí donde resolvía sus dudas sobre renegados. Tras unos
segundos de incertidumbre, apoyó suavemente los dedos en la madera y empujó
para cerrarlo.