27 jun 2012

    Entrada 12. (Mercado 1 de 2). Narrador Omnisciente.

                        Palacio de Cienfuegos. 


    Pola de Allande era un pequeño pueblo que había cobrado mucha vida, lugar de esparcimiento de las milicias de Hamilton III, la compañia "17" que estaba asentada en una colina cercana, en el Palacio Cienfuegos. Se encargaban de recolectar suministros en granjas cercanas, a cambio de darles protección, y en este ir y venir habían convertido Pola en  punto estratégico de comercio y centro neurálgico de todo tipo de carroña, que buscaba dinero fácil suministrando a las tropas drogas, alcohol y todo tipo de artículos de vicio. 

    El mercado ocupaba la calle central del pueblo, con tenderetes improvisados de lo más variopinto, desde los clásicos con comida fresca y saludable, hasta los que ofrecían en un expositor heroína, cocaína y otras drogas no tan comunes.

    Ahí se dirigía Black Jack, que se detuvo justo delante de un cartel que rezaba Barrera Hematoencefálica, y eso decía mucho. Por lo menos aseguraba que el tendero era médico o químico.

    Se paró y, frotándose la barbilla con la mano, empezó a curiosear las vitrinas de cristal, con unos pequeños letreros que indicaban el nombre de cada droga a la venta. El tendero, que estaba sentado en una silla de playa, al ver un cliente interesado, se levantó para atenderlo con cierto esfuerzo por su gran volumen. Era extraño ver una persona tan gruesa en estos tiempos, síntoma de que el negocio le iba bastante bien.

– ¿Qué se le ofrece?. ¿Drogas comunes o busca algo especial?. 

– Me sirve cualquier cosa que produzca dopamina en buena cantidad. ¿Qué pides por 10 dosis de heroína o crack?. 

    La moneda había perdido todo el valor y los billetes solo servían para encender fuegos en las noches frías. El sistema actual se medía por el tradicional trueque de objetos o por gramos de comida en conserva.

– Tendríamos que ver esa mochila si quieres trueque, aunque si te interesa deshacerte de la Remington que llevas a la espalda, te daría incluso 30 dosis al gusto. Si no estás interesado en el trueque y prefieres el precio en gramos de comida en conserva, te ofrezco 10 dosis de heroína por 120 gramos, y 10 de crack a precio de ganga, por solo 90 gramos. 

– Usurero gordo y avaricioso, no me extraña que tengas esa barriga de hipopótamo. Te daré 92 gramos por 10 dosis de heroína. 

–  Estoy “grande” por un problema de tiroides y paso tanta hambre como el que más en este pueblo, y encima tengo que soportar el insulto fácil de putos yonkis como tú. Bien, hagamos el trato, pero serán 5 dosis de heroína y 5 de crack por esos 92 gramos. 

    Jack hurgó en el zurrón y sacó una lata de atún. La dejó con desprecio sobre el mostrador improvisado a base de tablas de madera mal encoladas.

– Eh, un momento listillo. Eso es una lata de atún en aceite de oliva. Sí, peso neto 92 g., pero escurrido son apenas 60 g. de comida. Por esa lata te puedo dar las dosis en Paco, y porque me has caído bien.