A poco más de un kilometro de distancia, sobre una duna algo
elevada se alzaba un campamento improvisado, totalmente habitado por mujeres
Bereber, iban y venían preparando un atril, con comida y bebida.
Al tiempo llegó un Jeep, de su interior bajaron cuatro
hombres. El chofer y el copiloto vestían con túnicas azul oscuro típicas de
estas tierras, los otros dos ocupantes, sus ropajes lucían mayor prestancia y
denotaban un cargo especial dentro de la jerarquía del país.
El Imán Anzar, cruzaba
parentesco con el nuevo profeta y Hodja de los Bereberes Jerbas Nauzet “La araña del desierto”. Cuando
el AV se estrello, Anzar estaba encargándose de cuidar las almas de las tribus
diezmadas por las diferentes incursiones que SubAtica acometía desde hacía unos
meses sobre el continente Africano.
Dotado de una Escolta compuesta por cincuenta guerreros Jerbas, se alzó como líder de este
improvisado ejército formado en su mayoría por civiles. La voz como el viento
del Sahara sopló por todas partes en cada recoveco de cada aldea, 50 leones
iban tras un escuadrón de demonios metalizados, de todas partes, llegaron
hombres con armas rusticas, machetes, hoces, cuchillos y en el mejor de los
casos pistolas. Todos fueron aceptados, portaban el odio de la venganza como
arma principal.
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Imán <> Sacerdote
Hodja <> Hombre Sabio