15 sept 2012


    Shaib corría unidireccionalmente , notó un impacto en todo su ser, como si le hubieran tirado un cubo de agua tibia, la sensación fue tan chocante que le sobresaltó haciéndole perder el equilibrio y cayó rodando por el suelo.

   Al recobrar plenamente la consciencia  notó que no era agua tibia lo que impregnaba todo su cuerpo, sino sangre y tejidos, del hombre que aullaba de dolor unos metros frente a él, aferrándose a la pierna, la cuál estaba totalmente destrozada tanto por delante como por detrás.

   Perplejo por lo sucedido, miró a su alrededor contemplando la macabra escena: como un goteo incesante, veía caer a hombres mientras un chorro de sangre salía de la parte posterior de sus piernas, otros los que la bala se incrustaba en el hueso; eran parados en seco como si un lazo de cuerda invisible tirara de ellos. Vio en directo como se partía por la mitad una pierna y era amputada al recibir un impacto certero en la rodilla. Nunca creyó que seria así la guerra, esto guardaba más similitud con las viejas películas del género gore, pero en esta ocasión sin cámaras, ni efectos especiales, pura realidad en la cuál, él se encontraba como actor secundario.

   Se frotó la cara con la arena del desierto para limpiarse y gateando se aproximó al berebere que lo había bañado en sangre, con nerviosismo se quitó el cinturón y lo ató alrededor de la pierna apretando con fuerza. La sangre continuaba manando a borbotones, solo bajó ligeramente la intensidad. No sabía nada de medicina y el torniquete improvisado no parecía funcionar.

-¿Cómo te llamas?- Le pregunto gritándole, para hacerse escuchar entre los gritos de guerra, los llantos, el sonido de las pistolas y el estruendo de las armas de alto calibre.
-Me… Me llamo Muabdil- Contesto con un hilito de voz casi inapreciable.

   Le importaba bien poco el nombre de aquel herido pero pensó; << se dice que hay que mantenerlos despiertos y nadie se duerme hablando >>

   Sin meditarlo por la falta de tiempo y la inmediatez de asistencia que necesitaba, lo levantó sobre el hombro y se puso en marcha en dirección contraria a los enemigos, camino a la retaguardia para que alguien ducho en medicina le hiciera un torniquete de verdad.

   Se percató, que no era el único que realizaba esa acción, a su alrededor un numero apreciable de hombres portaban compañeros en la misma dirección.

                            
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