Shaib corría unidireccionalmente , notó un impacto en todo su ser, como si le
hubieran tirado un cubo de agua tibia, la sensación fue tan chocante que le
sobresaltó haciéndole perder el equilibrio y cayó rodando por el suelo.
Al recobrar
plenamente la consciencia notó que no era agua tibia lo que impregnaba
todo su cuerpo, sino sangre y tejidos, del hombre que aullaba de dolor unos metros frente a él, aferrándose a
la pierna, la cuál estaba totalmente destrozada tanto por delante como por
detrás.
Perplejo por lo sucedido, miró a su
alrededor contemplando la macabra escena: como un goteo incesante, veía caer a
hombres mientras un chorro de sangre salía de la parte posterior de sus
piernas, otros los que la bala se incrustaba en el hueso; eran parados en seco
como si un lazo de cuerda invisible tirara de ellos. Vio en directo como se partía
por la mitad una pierna y era amputada al recibir un impacto certero en la
rodilla. Nunca creyó que seria así la guerra, esto guardaba más similitud con
las viejas películas del género gore, pero en esta ocasión sin cámaras, ni
efectos especiales, pura realidad en la cuál, él se encontraba como actor
secundario.
Se frotó la cara con la arena del desierto
para limpiarse y gateando se aproximó al berebere que lo había bañado en sangre,
con nerviosismo se quitó el cinturón y lo ató alrededor de la pierna apretando con
fuerza. La sangre continuaba manando a borbotones, solo bajó ligeramente la
intensidad. No sabía nada de medicina y el torniquete improvisado no parecía funcionar.
-¿Cómo te llamas?- Le pregunto gritándole,
para hacerse escuchar entre los gritos de guerra, los llantos, el sonido de las
pistolas y el estruendo de las armas de alto calibre.
-Me… Me llamo Muabdil- Contesto con un
hilito de voz casi inapreciable.
Le importaba bien poco el nombre de aquel
herido pero pensó; << se dice que hay que mantenerlos despiertos y nadie
se duerme hablando >>
Sin meditarlo por la falta de tiempo y la
inmediatez de asistencia que necesitaba, lo levantó sobre el hombro y se puso
en marcha en dirección contraria a los enemigos, camino a la retaguardia para
que alguien ducho en medicina le hiciera un torniquete de verdad.
Se percató, que no era el único que realizaba
esa acción, a su alrededor un numero apreciable de hombres portaban compañeros
en la misma dirección.