Entrada 144.
Verdejo arqueó la ceja, miró al suelo, elevó el vaso
de chupito en acto solemne: -Por la Cruz que se ha perdido con el paso del
tiempo, época que tú poseías pelo en la cabeza, yo tenía unos pulmones sanos y
brindábamos con ron a la miel, en tu primer bar, el del Barrio del Carmen en
Valencia. ¡Por el Santa Cruz!
-Sea, ¡Por el Santa Cruz!
Después del suspiro producido por la satisfacción de beber agua
pura estuvieron recordando tiempos mejores. El brindis solo fue el principio de
una larga charla sobre hechos acontecidos en el primer local de copas de Óscar
apodado Mogwai por sus allegados. 30 años separaban el Santa Cruz del Santa. La
gente fue poco a poco llenando el local. Sobre todo la parte que le interesaba
a Verdejo, el trozo donde se situaba el escenario, pequeño, no muy alto, pero lo
suficiente como para realizar la función que tenía preparada.
Un par de horas después…
-Bueno Mogwai, es la hora de los cuchillos largos, hora de
trabajar.
-¿Qué vas a representar hoy?
Antes de responder miró atentamente a la concurrencia, como de costumbre,
nómadas moteros y era raro no ver armas. – Visto el público que voy a tener, lo
de siempre; empezaré con poesía, no la entenderán y terminare contándoles un
cuento… El del escuadrón Cyborg y los bereberes.
-Esta vez, te va a costar hacerte oír, hay demasiada gente.
-Tranquilo les tiraré una granada.