12 feb 2013




Entrada 186.

Cuando el cuerpo falla las heridas se resienten y el sistema es llevado al límite, la mente juega pasadas letales desenterrando fantasmas: Sus pensamientos volaban con recuerdos del pasado.

Cuando era un modesto sargento del Psico escuadrón y por las noches llegaba a casa con su familia, su mujer y la pequeña Emely le esperaban con una sonrisa y ese olor a cena recién hecha. Incluso pudo paladear el recuerdo de la tarta de manzana que tanto le gustaba y tan bien  horneaba su esposa.

Todo muerto; bienestar, familia, hogar… En cambio se enfrentaba con cada paso al cansancio y la desesperación de saber que incluso llegando a buen puerto ya había perdido, nada sería como en antaño.
Sí, sería aclamado entre los milicianos incluso su inhumano jefe podría tener unas palabras amables.

-¿Y qué? –Dijo en voz alta a la vez que detenía la marcha.
-¡Para qué toda esta mierda! –exclamó.

Por un momento tuvo de nuevo la necesidad del pasado de mirar la foto de su hija. Antes de una incursión catalogada de riesgo, introducía su mano en el bolsillo y miraba el rostro inocente de su descendencia. “Por ella saldré vivo de esta” se decía.

Introdujo su mano dentro del zurrón, fue un acto robotizado por los recuerdos. Allí solo encontró un amasijo de drogas. Como él bien sabia, su cartera al igual que su familia se las llevo el Botón Rojo. Nada quedaba de ese pasado, ni el mismo siquiera.

Al sentir el tacto de las papelinas de heroína y crack, un ardor en el alma imparable por su implante de dolor golpeó como un mazazo todo su ser; Cayó de rodillas y como un niño comenzó a llorar.