Entrada 186.
Cuando el cuerpo falla las
heridas se resienten y el sistema es llevado al límite, la mente juega pasadas
letales desenterrando fantasmas: Sus pensamientos volaban con recuerdos del
pasado.
Cuando era un modesto
sargento del Psico escuadrón y por las noches llegaba a casa con su familia, su
mujer y la pequeña Emely le esperaban con una sonrisa y ese olor a cena recién hecha.
Incluso pudo paladear el recuerdo de la tarta de manzana que tanto le gustaba y
tan bien horneaba su esposa.
Todo muerto; bienestar,
familia, hogar… En cambio se enfrentaba con cada paso al cansancio y la desesperación
de saber que incluso llegando a buen puerto ya había perdido, nada sería como
en antaño.
Sí, sería aclamado entre los
milicianos incluso su inhumano jefe podría tener unas palabras amables.
-¿Y qué? –Dijo en voz alta a
la vez que detenía la marcha.
-¡Para qué toda esta mierda!
–exclamó.
Por un momento tuvo de nuevo
la necesidad del pasado de mirar la foto de su hija. Antes de una incursión catalogada
de riesgo, introducía su mano en el bolsillo y miraba el rostro inocente de su
descendencia. “Por ella saldré vivo de esta” se decía.
Introdujo su mano dentro del
zurrón, fue un acto robotizado por los recuerdos. Allí solo encontró un amasijo
de drogas. Como él bien sabia, su cartera al igual que su familia se las llevo
el Botón Rojo. Nada quedaba de ese pasado, ni el mismo siquiera.
Al sentir el tacto de las
papelinas de heroína y crack, un ardor en el alma imparable por su implante de
dolor golpeó como un mazazo todo su ser; Cayó de rodillas y como un niño comenzó
a llorar.