El portador de la maza asestó un poderoso envite al inmóvil David.
Llegó a creer que recogerían los huesos de la leyenda esparcidos por el campo. Justo
cuando paladeaba el dulce sabor de la gloria, el jugador del Paso parpadeó.
La impasible figura se desplazó a una velocidad
prodigiosa. Entró en distancia
agachándose, dejando que el final congelado del mazazo diera al fantasma que había
dejado tras de sí. Con el tonfa sujeto por ambas manos, golpeó el codo del
adversario a la vez que se levantaba. El brazo del jugador del Paso se partió,
acto seguido la maza por inercia salió despedida volando a varios metros lejos de
la jugada.
El parpadeo había llegado a su fin a causa del trauma del
codo, y con ojos abiertos pero sin posibilidad de respuesta; vio como
incorporado el aclamado Rey David dejó caer sobre su hombro toda la fuerza del
arma. El jugador del Paso incó la rodilla en tierra por el dolor de la clavícula
partida. Pero no quedó ahí el
correctivo.
Siguiendo la estela de la combinación de ataque; David
extendió los brazos y sujetó fuertemente la cabeza. Mientras dejaba caer su arma, para así tener
mejor agarre. Tomando aire, a placer golpeó el mentón del jugador del Paso con
la rodilla.
El contundente rodillazo desencajó la mandíbula, provocando
un devastador choque de dientes, los molares se hicieron añicos los unos con
los otros y los dientes inferiores que sobrevivieron al entuerto con sus
semejantes se incrustaron en el paladar. Mientras el amasijo de marfil
pulverizado fue ingerido a través de la garganta, desgarrando los anillos cárnicos
de la tráquea.
Con odio David separó las manos de la cabeza de su rival,
dejando caer el cuerpo en estado de shock. Con una mirada que aterró hasta a la
jugadora de su mismo equipo dijo: -¡Corre!
La muchacha tardó una fracción en asimilar la brutalidad contemplada
o más bien intuida, dado que la rápida ejecución había superado su
percepción. Pero no era momento de
pensar, solo de correr, de correr hacia la victoria.
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